La tragedia de la Laguna Salada, un episodio negro en la historia del Ejército Mexicano

Esta es la historia contada por uno de los soldados que logró sobrevivir al calor, al sufrimiento y a una negligencia que costó la vida de 14 hombres que buscaban servir a México.
México.- Ni las más extenuantes de las pruebas pudieron haber preparado a los 35 soldados que aquella noche del 28 de julio de 1996 salieron a enfrentar la misión más dura de su vida… sobrevivir.
Esta es la historia de una de las tragedias que cimbró al Ejército Mexicano ocurrida un 29 de julio de 1996 en la zona de La Laguna Salada, Mexicali, Baja California.
Eran las 9:00 de la noche cuando la prueba comenzó; la misión era culminar un adiestramiento en donde fuerza, valor y coraje les darían la oportunidad de encabezar al grupo que apoyaría a México en la detección y bloqueo de grupos de Medio Oriente que se había detectado entraban por nuestro país hacia Estados Unidos.
Fueron 35 almas las que se enfilaron en esa noche de intenso calor; 35 hombres que al amanecer fueron sorprendidos por una tormenta de arena que hizo que el curso de este trayecto y un error de precisión por parte de quien tenía la batuta del grupo, tomara otro camino, el camino hacia la muerte.
Las horas pasaron lentas, entre una tormenta que los hizo resguardarse, una noche sin contemplación de las estrellas y un calor que caía a plomo a casi los 55 grados.
Cuando el día cayó aquel 29 de julio de 1996 quedaría marcado en la memoria de quienes sobrevivieron, de quienes vivieron una de las peores experiencias de sus vidas, y a quienes La Laguna Salada, dejó con un gran vacío pero también con la muestra más firme de que la vida debe seguir.
Eulalio Bacasegua Huicho fue uno de los sobrevivientes de esta trágica historia que 14 personas no pudieron ya contar.
Un orgulloso indio Yoreme como él se califica, y que de mirada fuerte pero cristalizada por el llanto, narra paso a paso aquellos tres días que vida y muerte se hicieron presentes, en donde vio caer a soldados, hijos, amigos, hermanos, pero también a otros que se aferraron a la vida y que dan muestra que en equipo, se logran las más grandes metas, y se pueden vivir los más inexplicables milagros.
“Cuando nos convocaron nos dijeron que haríamos un curso de operaciones especiales por un acuerdo entre México y Estados Unidos, ya que por la frontera de México estaban entrando grupos de Medio Oriente, el curso de operaciones en el desierto de diferentes tácticas para el grupo. Nos comentaron que haríamos pruebas de resistencia, valor, condición física, exámenes médicos, y los que saliéramos aptos nos iríamos al curso. Dije yo ya no tengo opciones, pero gracias a Dios que pude salir adelante y llegar a ser convocado, fuimos 30 militares en reconocimiento los que fuimos convocados”, narró.
El “Cabo Huicho”
“El Cabo Hicho”, conocido así por sus compañeros de regimiento y que en aquel entonces tenía 26 años, era el más “viejo” de los soldados que caminaron por la zona montañosa y desértica de la Laguna Salada, una formación rocosa en forma de “hoyo” en la que las temperaturas eran intensas, y la forma de supervivencia casi nula.
La práctica de 24 horas se transformó en tres días ya que ligado a la tormenta de arena, un error de cálculo los llevó a desviarse dos grados, cambiándolo todo.
“Nos dijeron que en máximo 24 horas estaríamos en tales coordenadas pero se prolongó a tres días y se debió a que salimos el 28 junio a las 9:00 de la noche, salimos a caminar y cuando a las 4:00 de la mañana aproximadamente nos tomó por sorpresa una tormenta de arena, entonces nosotros lo que hicimos fue escarbar en la arena y protegernos; ahí permanecimos hasta las 8:00 de la mañana cuando pasó la tormenta salimos de donde estábamos protegidos y en ese momento el sargento segundo Gustavo Romo García se dio cuenta que en la carta que estamos desviados dos grados…”
“Él hace un llamado al oficial que en ese momento era un subteniente Montalvo, cuando él le hace el llamado el oficial le pide alto a la patrulla militar para que chequen detalles entonces el oficial le dice que no había problema, que él sabía por dónde íbamos a pasar, entonces el sargento le insiste, ‘comandante, pero tenemos que dar el plan B’, que era un lugar donde nos íbamos a abastecer de agua y comida, llevábamos un litro de agua”, rememora.
“No preguntes quien es el muerto, tú sigue la carroza”
La observación al error al que tenían que enfrentarse no hizo desistir al comandante quien fue enfático y ordenó “¡Tú no preguntes quién es el muerto, tú sigue la carroza!” palabras que quedaron grabadas y no se olvidaron jamás.
“Él le dice comandante eso no puede ser la operación va a abortar, él dijo ‘encuadrare, y te voy a repetir que no preguntes quién es el muerto, tu no más sigue la carroza. Todos sabíamos que íbamos mal, sabíamos que íbamos desviados, y entre más avanzábamos más nos íbamos desviando. Fue el primer error que se vivió en esa tragedia, fue que más adelante el calor fue intenso, el calor se decía que estaba arriba de 54 grados en la zona de la Laguna Salada, es una parte, nosotros nos encontrábamos en el vaso de donde fue una laguna, posiblemente por eso era un hoyo por eso era el calor más intenso”, recuerda.
Soldado caído
El primer soldado caído fue el transmisiones; el calor y el dengue que había contraído lo hicieron desvanecerse, de ahí vinieron otros más que no pudieron soportar la deshidratación derivada de las altas temperaturas.
“Fue una forma de él de entregar su vida al Ejército porque cuando fue valorado por el médico él pidió quedarse y él dijo en presencia de todos ‘yo prefiero morirme a que en el cuartel me digan que soy un miedoso, yo soy un soldado mexicano y estoy dispuesto a dar mi vida por el Ejército’. Fue el primero que cayó y cuando lo vimos caer dijimos y reconocimos su gran valor de portar el verde olivo, su valor, empeño y cuando cayó él decía déjenme, váyanse sigan adelante, pero nosotros no podíamos dejarlo”.
Ignorar el mando
Con apenas seis horas de haber iniciado la misión y al ver que más compañeros comenzaron a caer y que el delirio comenzaba a apoderarse de otros, un grupo decidió desobedecer las órdenes superiores de seguir por un camino errado, y emprendieron la caminata en busca de agua y ayuda para poderse a salvo.
“Deshidratados caían, ya deliraban, ‘mi mamá me decía esto, mamá perdóname gritos y llanto se empezaban a escuchar; el soldado de sanidad se abocó particularmente en el cabo de transmisiones y no trata lo suficiente para los demás. Salimos a las 8:00 de la mañana cuando paso la tormenta de arena y a ese momento era la una o dos de la tarde del 29 de junio, pocas horas en donde el sol era intenso, en seis horas la operación abortó por el calor intenso”, rememora el “Cabo Huicho”.
Día 2
Largo y sinuoso fue el camino que 9 soldados y un sargento segundo debieron recorrer en busca de ayuda; palpar el cañón de David, sus rocas, su calor intenso, ver a más compañeros que iban cayendo seguía marcando a los elementos que no desistían encontrar la carretera más cercana para lazar el SOS que podía salvarlos a todos.
“Huicho” recuerda cómo fue encontrar a su compañero del Cerro Cabezón Bernabé Sánchez, quien se quedó el camino al igual que a René Jaquez Ríos de Zapotillo; sus palabras resuenan en su recuerdo como si las estuviera escuchando aquel día.
“Nos fuimos nueve con él, llegamos los nueve, diez junto con el sargento. Trataba de reanimar a Bernabé Montaño Sánchez del Cerro Cabezón para tomar marcha, pero al ver lo imposibilitado que estaba él y él me decía que no podía: ‘no, no puedo, vete tú, échame agua; yo le decía “Montaño levántate vámonos”, le picaba el orgullo porque es indio Yoreme como yo, y le decía ‘somos fuertes los indios’ y él no podía; yo le dije ‘mira Montaño yo voy a llegar a la carretera y te voy a traer agua y él me dijo no, vete, pero quiero que cuando vayas al Cerro Cabezón siempre que vayas déjame una veladora’, déjate de tonterías, él me decía ‘yo, yo sé que voy a morir. Le dices a mi mamá y a mi papá y a mis hermanos que los quiero mucho”.
Huicho no puede dejar de respirar profundo y con sus ojos cristalizados por el llanto recuerda lo que sintió en aquel entonces y lo que siente cada día al recordar a sus compañeros pedirle ayuda y caer abatidos por las inclemencias.
“Me sentía decepcionado, yo me lo quería llevar, pero al ver su estado y su proceder me desconcertó y yo decía nos vamos a salvar, estaba preocupado por mí, por él yo había avanzado 200 metros y pensando en eso tratando de alcanzar al sargento Romo y al resto; y a 200 metros me encontré al soldado René Jaquez Ríos de Zapotillo y al ir avanzando escuché que me gritaba “Huicho mi cabo, acá estoy”, yo lo buscaba y estaba dentro del desierto, cubierto de arena a un lado una piedra grandísima…”
“Me decía ‘a la piedra a la piedra’ y me abalancé a la piedra me lo encontré enterrado a la arena y pegado a la piedra entonces le dije ‘¿porque te enterraste?”, y me dice ‘es que aquí me quede atrás como tres días están los demás y me quede sólo y queme el uniforme para que vieran el humo como señal’; vi lo que eran residuos de su equipo, lo desenterré me pedía agua ‘dame agua somos como hermanos yo soy de Zapotillo tú de Leyva Solano, dame agua somos de donde mismo’ me quite el ánfora le quité el tapón pero no tenía agua”.
“Si un paso das, ese te salva la vida”
Cada paso calaba no sólo en el cuerpo, también en la mente que para este entonces sólo se ocupaba de seguir y conseguir ayuda, sin embargo de vez en vez jugaba malas pasadas al soldado que se levantaba con el recuerdo de sus seres queridos, sobre todo el de su hija.
El paso en soledad fue difícil “cuando iba caminando solo era mas duro, uno cuando trabaja en equipo se siente mas seguro, con mas fuerza, mentalizado, pero solo se siente uno desprotegido”, narra el cabo.
“Para poder sobrevivir el motor mas fuerte fue mi hija, mi hija tenia seis años, yo pensé en ella porque cuando yo sentía desvanecerme yo decía hija te voy a dejar, porque estábamos prácticamente en un lugar inhóspito donde nunca íbamos a recibir una ayuda, nadie iba a encontrarnos, entonces en mi desesperación yo quedé tirado, pensé mas en ella, yo dije ‘yo se que aquí voy a morir, pero quiero morir pensando en mi hija, así me quiero morir, quiero perder el conocimiento solamente pensando en ti, yo recordé cuando llegue a mi casa que corría y sentía su pecho en mi pecho, su sonrisita diciéndome papá eso lo tenía yo estando tirado cuando no tenia forma de salvar mi vida’, recuerda.
Luchar contras los espejismos no fue fácil, escuchar voces, ver los cuerpos de sus compañeros caídos, pero algo dentro lo levantaba y exigía continuar.
“En un momento llegué al espejismo, a alucinar, como yo pensaba en ella escuché la voz de mi hija en el cañón de David y ese era el mensaje de mi muerte y cuando entre a otra etapa donde me miré en un ataúd y veía a una persona y era me hija y me decía ‘levántate papá, yo no quiero que estés ahí, a mi me haces falta papá no quiero que te vayas, no quiero verte’ ahí pataleaba en el suelo y yo con los ojos abiertos y cerré los ojos y se apareció acá y veía a mi hija que me imploraba que me levantara…”
” Y yo dije ahí ‘no voy a morir yo voy a vivir, voy a vivir para mi hija ella me dice que me levante y me voy a levantar, imploré entonces ya no la muerte y yo tengo comprobado que si un paso das ese te salva la vida, luche para seguir adelante y me sentí con mas fuerza e imploré vida, ya no pensé en la muerte, imploré vida rezando señor yo se que me escuchas dame la fuerza para salir adelante no quiero que mi hija se quede sin su padre sólo tu puedes salvarme sólo tu puedes hacer el milagro dame la fuerza para seguir adelante”, cuenta.
El milagro de la lluvia
Este cambio de mentalidad hizo que se incorporara, que se hincara y pidiera al cielo más tiempo y fue cuando “créanlo o no” dijo el soldado, comenzó a caer del cielo una intensa pero breve lluvia que le dio a él y a sus compañeros la posibilidad de reunir agua suficiente y seguir el camino a buscar ayuda.
“Cuando mi mente navego hasta donde estaba me levanté, a mi mano izquierda tenía al sargento Romo a unos tres menos, fue por mi lo toqué tenía las quijadas duras y pronto se va a ir, le agradecí a Dios porque me había levantado, imploré con más fuerza imploré por mi hija, sus palabras, ese fue el motor para pedir esa salvación y cuando volví a cerrar mis ojos para alcanzar un poco más porque faltaba mucho para llegar a la carretera y en ese momento yo no sé cómo fue pero empezó a caer agua”, recuerda aun con ojos de asombro.
Este momento, en el que el agua tocaba su cuerpo fue cuando comenzó a verlo todo más claro, observó a sus compañeros de pronto incorporados gracias a la inyección de esperanza que la lluvia les dio.
“Abrí los ojos, pensé que estaba en el espejismo, alucinando, miré al sargento que se levantó, y el gritaba saquen las mangas de sus maletas y hagan lo que estoy haciendo yo, estaba capturando el agua que estaba cayendo, nos estaba lloviendo fuerte hacia una sola nube grandísima arriba de nosotros y ahorita lo estoy contando y tal vez muchos me creen y otros no, había una sola nube grandísima encima de nosotros, fue una lluvia fuerte de tres cinco minutos, nos levantamos todos los diez, y esa agua la capturamos nos tomamos el agua, en las fisuras de la piedra había agua de la lluvia entonces empezamos a chupar la piedra y un soldado traía un envase de dos litros y chupaba la piedra y echaba ahí y cuando nos dimos cuenta empezamos todos a hacerlo, entonces lo que temíamos era que se consumiera. Capturábamos el agua y la echábamos pero teníamos casi dos litros de agua para los diez”, rememora.
Una difícil decisión
Con dos litros de agua como única reserva, ahora la pregunta era si regresar por sus compañeros que se quedaron kilómetros atrás o seguir el camino en busca de ayuda.
La decisión no fue fácil, pero se impuso la experiencia, y al final se determinó seguir el camino hacia la carretera.
“El sargento dijo con esto nos vamos a regresar a donde están los demás, yo era el cabo mas antiguo y le dije mi sargento esa decisión no me gusta ya que implicaba que se acabara el agua y no avanzar”.
¡Al fin la carretera… el rescate!
El objetivo se logró, Huicho y el soldado José Francisco fueron los primeros en llegar a la carretera Mexicali a San Felipe en donde una pareja que circulaba por la zona les prestó auxilio.
“Era una pareja las que nos brindó ayuda, la señora Silvia, (recuerda su nombre) casualmente era enfermera y nos dio los primeros auxilios; logré llegar a la carretera pedir ayuda y me ayudaron ya después me llevaron a una base militar dieron parte en camino estaba otro, yo fui el primero en llegar, y ahí me subieron a un helicóptero para irme de guía con el comandante, coordinador del curso y que fue procesado; el andaba en la búsqueda en el hilicóptero de la CFE”.
Regresar al lugar de la desgracia
Los ojos del cabo Huicho se nublan al recordar el momento en el que regresó al lugar donde todo inició. Ver a sus compañeros fallecidos es la escena que jamás se irá de su memoria.
“Cuando llegamos al lugar de la desgracia prácticamente todo era horrendo, los que estaban muertos no tenían rostro, los pájaros le habían quitado el rostro, no los podías identificar; casi momificados, calcinados en paños menores, busqué a Montaño Sánchez al que prometí llevarle agua; me fui a buscar a René Jaquez Ríos, ahí estaba donde lo había dejado, llevaba yo dos galones de agua para darles; por donde caminaba miraba muertos, a quienes tenían pulso ya se los habían llevado para atención, a René lo vi muerto, le destapé los galones de agua se los rocié los dos galones, yo le decía perdóname René les fallé aquí te tengo el agua pero no te la puedes tomar”, lamenta con tristeza el cabo.
El reconocimiento de cuerpos
Aun con el cansancio en su cuerpo, el cabo Huicho recuerda las preguntas de sus mandos superiores al tratar de identificar a los fallecidos, entre ellos, su amigo, compañero y paisano.
“Llega un mayor médico y me dice vámonos aquí no hay nada que hacer por él ¿sabes cómo se llama?. Sí, el soldado cabo conductor René Jaquez Ríos de la comunidad de Zapotillo número uno Ahome, Sinaloa’, le pusieron un brazalete y llegó identificado con su familia…”
“Mi vida en los primeros años me acordaba a cada momento tenía las imágenes de ellos cuando los miré desfigurados pero siempre en mi mente en cualquier movimiento que realizaba, tenía esa imagen de ellos y otra que siempre ha aparecido es la de mi hija que fue el motor por el que yo me salvé y por la que los demás se salvaron también porque si yo no salgo todos hubiéramos muerto”.
Así uno a uno fueron identificados, trasladados a la base militar y posteriormente entregados a sus familiares.
El recuerdo del 29 de julio de 1996
Para él como para el resto de los sobrevivientes, el 29 de julio representa un episodio que marcó un trágico episodio en la historia del Ejército Mexicano, una batalla que sin serlo, dejó a su paso 14 personas muertas, en la que la negligencia, falta de estrategia y ego, fueron las principales causas.
Hoy, el Cabo Huicho recuerda con tristeza pero con honor a cada uno de los compañeros fallecidos en aquella capacitación en donde la resistencia y valor también se dieron y en donde un milagro logró dar vida a quienes hoy pueden contar la historia.
“A los que se fueron pues, que más volvernos a ver, al ver aquel sufrimiento me da a mi sentimientos encontrados, quisiera haberlos ayudado y me siento defraudado porque no los pude salvar, que más hubiera querido yo, ¿sin embargo se salvaron 22?, si se salvaron 22…”
“A las familias les digo que ellos fueron unos grandes militares, ellos a pesar de que sabíamos todos, sabemos que son causas muy extremas que nosotros pasamos, son cosas extremas dejamos sola a la familia, sufrimos de calor, de frío, hambre, de sed, todas la inclemencias del tiempo las sufrimos y el abandono de la familia duele mucho, pero nosotros queremos ser militares y servir a la patria y es algo tan bonito que no podemos dejar de hacer”, dice.
Servir a la patria
Hoy en día Eulalio Bacasegua Huicho ya no porta el uniforme verde olivo, sin embargo sigue sirviendo a la patria desde otra trinchera, es policía Estatal de Sinaloa y con orgullo comenta que para esto nació y lo seguirá haciendo hasta el resto de su vida.
“El que verdaderamente tiene esa atracción por salvar a la patria sacrifica muchas cosas, muchas cuestiones, y a la familia. Pero servir al país no tiene precio y aquí seguimos”.
Han transcurrido 23 años desde aquel fatidico episodio, y cada paso recorrido, cada sensación, cada minuto, siguen clavados como estacas en la memoria de Eulalio Bacasegua Huicho, quien posiblemente sea el único que ha dado hasta el momento una narración tan completa como esta.
“La Laguna Salada representó una enseñanza de vida, y aprende uno más a valorar toda su vida y su familia. Para quienes seguimos gracias a Dios, para quienes se fueron mi reconocimiento y orgullo, algún día nos veremos de nuevo”, concluye.
Numeralia
  • 35 soldados salieron a la capacitación, 30 eran sinaloenses, el resto de Sonora, Veracruz y Tlaxcala.
  • 3 días perdidos
  • 14 fallecidos la mayoría de: Los Mochis, Cerro Cabezón, San Miguel, Zapatillo, Flores Magón, El Fuerte, Juan José Ríos.

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