Muertes por enfermedades del corazón aumentan 80% en México: la obesidad, principal detonante

En México, las muertes por enfermedades cardíacas crecieron 80% en 10 años y la obesidad es el detonante, expertos llaman a actuar con prevención y políticas públicas.

En solo una década, las muertes por enfermedades del corazón en México aumentaron casi 80 %, según el INEGI.

Este crecimiento está estrechamente ligado al avance de la obesidad y otros factores de riesgo como la hipertensión y la diabetes, que hoy afectan a gran parte de la población.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), las muertes por enfermedades del corazón en México pasaron de 107,000 en 2014 a 192,000 en 2024, lo que representa un aumento de casi 80 % en solo una década.

Esta tendencia sostenida posiciona a las cardiopatías como la principal causa de muerte en el país, por encima de otras enfermedades crónicas como la diabetes o el cáncer.

El panorama es igualmente crítico a nivel global. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), las enfermedades cardiovasculares provocan 19.8 millones de muertes cada año, lo que equivale al 32 % del total de fallecimientos registrados en el mundo. En otras palabras, 1 de cada 3 muertes está relacionada con problemas del corazón.

Aunque los factores de riesgo son múltiples —desde predisposición genética hasta estrés crónico—, la obesidad se ha consolidado como uno de los principales detonantes detrás de esta crisis de salud pública.

En México, la situación es particularmente preocupante. Según la más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), 7 de cada 10 adultos en el país viven con sobrepeso u obesidad.

Esta condición aumenta significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes tipo 2 y dislipidemias (niveles elevados de colesterol o triglicéridos).

Como explica el doctor José Antonio Castañeda, cirujano bariátrico y metabólico, estos tres padecimientos están directamente relacionados con infartos, accidentes cerebrovasculares y otras complicaciones cardiovasculares graves.

“La obesidad no solo es un tema estético o de autoestima, es una condición que desencadena un efecto dominó de enfermedades que, si no se atienden a tiempo, pueden ser mortales”, señala el especialista.

No se trata únicamente de los adultos. La obesidad también está afectando de forma alarmante a niños y adolescentes. ENSANUT revela que el 38.2 % de los niños de 5 a 11 años y el 43.8 % de los adolescentes entre 12 y 19 años tienen sobrepeso u obesidad.

Esta tendencia anticipa un futuro aún más complicado para el sistema de salud mexicano, ya que estos jóvenes están entrando en la vida adulta con factores de riesgo prematuros.

La American Heart Association advierte que la obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades del corazón en la adultez temprana, además de problemas metabólicos y psicológicos.

A pesar del panorama desalentador, la ciencia ofrece una luz de esperanza: hasta el 80 % de las muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares pueden prevenirse, indica la OMS.

La clave está en la detección temprana, cambios sostenibles en el estilo de vida y acceso a tratamiento médico adecuado.

“Las revisiones periódicas, el control de la presión arterial y los chequeos básicos no deberían hacerse solo cuando ya hay síntomas, sino como parte de un monitoreo regular de la salud. La hipertensión, por ejemplo, puede avanzar sin mostrar señales, y detectarla a tiempo marca una gran diferencia”, afirma el doctor Castañeda.

Para las personas con obesidad y alto riesgo cardiovascular, el tratamiento médico especializado es fundamental. En estos casos, la cirugía bariátrica se presenta como una herramienta clínica eficaz.

“No se trata solo de perder peso”, subraya el cirujano. “Es un procedimiento que mejora notablemente el control de la presión arterial, reduce la inflamación sistémica y disminuye el riesgo de infarto. Si conseguimos frenar la obesidad, reduciremos directamente los problemas cardíacos”, enfatiza.

En el marco del Día Mundial del Corazón, el especialista hace un llamado a actuar de forma conjunta:

“La prevención no puede recaer únicamente en la voluntad individual. Necesitamos políticas públicas más firmes: que regulen la publicidad de productos ultraprocesados dirigidos a niños, que promuevan una alimentación saludable y que fomenten espacios seguros para la actividad física”, señala Castañeda.

Este enfoque coincide con las recomendaciones del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), que ha insistido en la necesidad de implementar entornos más saludables desde las escuelas, mejorar el etiquetado frontal de alimentos y limitar el acceso a productos con exceso de azúcar, sodio y grasas saturadas.

La relación entre obesidad y riesgo cardiovascular está ampliamente documentada por organismos nacionales e internacionales, y las cifras actuales confirman la magnitud del problema.

La implementación de estrategias de prevención, diagnóstico temprano y tratamiento oportuno puede marcar la diferencia en la evolución de esta epidemia silenciosa.

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