Las momias de Qilakitsoq: Una nena con síndrome de down y un bebé enterrado vivo junto a su madre
Dos cazadores de focas hallaron a la familia en Groenlandia en 1972. Qué dicen los científicos que analizaron los cuerpos.

Groenlandia, 1972. Dos cazadores inuit seguían rastros de focas en la nieve cerca de la bahía de Uummannaq, al noroeste del país, cuando se toparon con una formación rocosa inusual. Al remover algunas piedras, descubrieron restos textiles antiguos: era el inicio de uno de los hallazgos arqueológicos más importantes del Ártico.
En una pequeña caverna natural en la montaña de Qilakitsoq, yacían ocho cuerpos humanos perfectamente momificados. Seis mujeres y dos niños, enterrados con sumo cuidado y protegidos del paso del tiempo por las bajas temperaturas, la sequedad del aire y la ropa de piel que los envolvía. Más de cinco siglos después de su muerte, sus rostros, cabellos y vestimentas seguían intactos.
Conservación natural y rituales inuit
El estado de conservación sorprendió a los arqueólogos. No hubo embalsamamiento artificial: solo la acción del clima polar, el abrigo de pieles y el aislamiento en la cueva. Los cuerpos —envueltos en varias capas de ropa cosida a mano— parecían dormidos.
Las investigaciones determinaron que los cuerpos pertenecen a miembros de la cultura Thule, antecesores directos del pueblo inuit actual. Vivían en pequeñas comunidades dedicadas a la caza de focas, marsopas y narvales, y practicaban rituales funerarios colectivos marcados por el pragmatismo y las creencias espirituales.
Entre los cuerpos, los investigadores encontraron a un bebé envuelto en vendas, una niña de dos años con signos de síndrome de Down, y mujeres de diferentes edades, algunas posiblemente emparentadas. Tres de las adultas eran hermanas. Uno de los bebés, según los análisis, fue enterrado aún con vida junto a su madre, posiblemente para evitarle la muerte por inanición en un entorno sin recursos para su supervivencia.
Una ventana a la vida cotidiana de hace cinco siglos
El hallazgo, conocido como las momias de Qilakitsoq, ofrece una mirada única a la vida en el Ártico durante el período comprendido entre 1475 y 1520. El Instituto Nacional de los Pueblos del Ártico, en colaboración con científicos de diversas disciplinas, reconstruyó la historia a partir de tomografías, análisis de ADN y estudios forenses.
Se descartaron muertes violentas. Las principales causas probables fueron malnutrición, enfermedades respiratorias y complicaciones derivadas del entorno extremo. En algunos cuerpos, se hallaron restos de comida y objetos personales como cucharas talladas y muñecas de marfil, lo que sugiere ritos funerarios destinados a acompañar a los muertos en su tránsito espiritual.
Uno de los gestos más significativos fue hallado en un niño cuyo rostro estaba cubierto hasta los pómulos, un rito tradicional inuit para proteger su alma tras una muerte temprana.
Vestimenta, identidad y linaje
Las prendas, compuestas por hasta veinte capas de ropa de piel, revelaron un conocimiento sofisticado del entorno. Detalles como las costuras invisibles, los gorros con adornos y las manoplas decoradas demostraron no solo habilidad artesanal, sino también una visión estética y funcional de la vestimenta.
El estudio genético confirmó que los cuerpos pertenecían al linaje Thule, con descendientes aún vivos en Groenlandia, prácticamente sin mezcla genética en cinco siglos. Esta estabilidad cultural y biológica ofrece a los investigadores un caso excepcional de continuidad en contextos extremos.
El impacto cultural y científico
Desde 1982, los cuerpos se encuentran preservados y exhibidos en el Museo Nacional de Dinamarca, en Copenhague. Una de las imágenes más reconocidas es la de la niña del gorro rojo, cuya figura —con las manos cruzadas sobre el pecho y las mejillas redondeadas— se convirtió en símbolo de la fragilidad y la compasión humanas en condiciones extremas.
Cada año, en la bahía de Uummannaq, las comunidades inuit celebran una ceremonia en honor a sus ancestros. Ofrendas, cantos y recuerdos mantienen viva la memoria de quienes fueron enterrados juntos en una cueva de piedra, bajo el hielo perpetuo.
El hallazgo de las momias de Qilakitsoq no solo documenta la muerte en un clima implacable. También revela cómo una sociedad resistió, protegió a los suyos y dejó un testimonio silencioso de su dignidad, aún conservado cinco siglos después.