El fenómeno de la “narcoestética” impulsa la admiración de los capos en México
El fenómeno redefine símbolos de poder y modelos de éxito en la cultura popular latinoamericana.

La narcoestética: de Colombia a México, un fenómeno que moldea aspiraciones
El concepto de narcoestética surgió en Colombia y se consolidó en México a partir de 2006, coincidiendo con la declaración de la “guerra contra el narco” por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Desde ese momento, este fenómeno transformó la imagen de los narcotraficantes hasta convertirlos en figuras aspiracionales, principalmente mediante la ostentación material y la acumulación de bienes lujosos.
Definida como una manifestación cultural basada en la exhibición excesiva de riqueza y poder —sin relación con el buen gusto ni el coleccionismo—, la narcoestética encontró terreno fértil en un contexto de desigualdad y desconfianza hacia las instituciones.
Una estética que se convierte en modelo aspiracional
De acuerdo con Lucía Elena Acosta Ugalde, coordinadora de Difusión Cultural de la FES Acatlán, los narcotraficantes utilizan la ostentación para comunicar valores y significados, convirtiendo la riqueza en un símbolo de éxito. Esta lógica ha llevado a que personas ajenas al crimen organizado perciban a estos delincuentes como modelos de inspiración e incluso como héroes nacionales.
“Para ellos lo material es una forma de significar; no les interesa el buen gusto, sino demostrar que poseen cosas caras”, explicó la académica en declaraciones a la UNAM.
Entre las características centrales de esta estética destaca la acumulación compulsiva de objetos costosos como una demostración de poder, tanto frente a otros grupos criminales como ante la sociedad.
Ejemplos emblemáticos de la ostentación narco
Los casos más visibles son ya parte del imaginario popular. La camisa Ralph Lauren tipo polo que Edgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, vestía al momento de su captura se agotó rápidamente en tiendas, convirtiéndose en un objeto codiciado.
En el caso de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, su pistola valuada en 5.5 millones de pesos —adornada con oro y diamantes negros, e inscrita con la frase “Billionaire 701 Phorbes”— representa la cúspide de esta lógica del exceso.
Las residencias incautadas a capos incluyen picaportes de oro, piscinas con incrustaciones de diamantes, colecciones de autos europeos y hasta zoológicos privados. Incluso después de la muerte, la estética del derroche se mantiene: mausoleos monumentales como los de Jardines del Humaya, en Culiacán, cuentan con aire acondicionado, wifi y piezas de arte.
La obsesión por el lujo queda sintetizada en la frase de Héctor “El Güero” Palma: “Más vale vivir cinco años como rey que 20 como güey.”
La narcoestética en los medios y su impacto en la juventud
La influencia de la narcoestética trasciende al propio narcotráfico y permea en la sociedad, especialmente entre jóvenes que, ante la precariedad y la falta de oportunidades, pueden verse seducidos por un modelo de éxito inmediato y ostentoso.
Series televisivas y producciones mediáticas como La reina del sur, Narcos o El Dandy contribuyen a normalizar y glorificar la figura del narcotraficante, amplificando el atractivo de este estilo de vida.
Acosta Ugalde advierte que estos modelos aspiracionales pueden arraigarse en el imaginario colectivo, desplazando otros referentes sociales. Según la Gaceta Digital UNAM, la fascinación por el exceso ha difuminado los límites entre el asombro y la seducción, generando un fenómeno cultural cuya influencia —y peligrosidad— radica precisamente en esa ambigüedad.



