Ozzy Osbourne, el «príncipe de las tinieblas» del Heavy Metal
En las calles grises de Birmingham, Ozzy creció sin imaginar que un día se convertiría en el Príncipe de las Tinieblas.

Pero fue justamente esa mezcla de vulnerabilidad, caos y talento lo que le dio una identidad única. Cuando Black Sabbath apareció, su voz (oscura, misteriosa) abrió la puerta a un nuevo universo musical. La música pesada encontró un rostro, un tono y una actitud.
Los inicios de su vida estuvieron marcados por la adversidad.
Creció en Aston, un barrio obrero de Birmingham, en el seno de una familia humilde que luchaba día a día para salir adelante. Era el cuarto de seis hermanos, y sus padres, ocupados en largas jornadas fabriles, apenas tenían tiempo para dedicarle.
La pequeña vivienda de dos habitaciones en la que vivían, siempre llena, fue el escenario donde aprendió a convivir con el hacinamiento, la escasez y las primeras heridas de la vida. Aquellos años lo marcaron profundamente.
En la escuela, donde pronto recibió el apodo de Ozzy, tampoco lo tuvo fácil. Su dislexia dificultaba su aprendizaje y lo aislaba de los demás. Años después revelaría que, a los once años, sufrió abusos por parte de un acosador, una experiencia que lo sumió en episodios de depresión durante su adolescencia. Hubo momentos oscuros en los que incluso intentó quitarse la vida. Pero dentro de ese dolor, un refugio comenzó a abrirse paso.
Ese refugio fue la música. A los catorce años, al escuchar por primera vez She Loves You de The Beatles, algo en él despertó con una fuerza inquebrantable: decidió que, sin importar los obstáculos, dedicaría su vida a la música.
Su camino hacia ese sueño no fue sencillo. Abandonó la escuela a los 15 años y desempeñó numerosos oficios: obrero, aprendiz de fontanero, fabricante de herramientas, afinador de bocinas en una fábrica automotriz e incluso trabajador en un matadero. A los 17, tras robar una tienda de ropa, fue enviado a la prisión de Winson Green durante seis semanas porque no pudo —y su padre no quiso— pagar la multa. Esa experiencia terminó de forjar su carácter.
Black Sabbath y el nacimiento de una leyenda
En 1968, un simple anuncio en busca de un vocalista cambió para siempre la historia del rock. Así conoció a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward. Juntos iniciaron una aventura musical que empezó bajo varios nombres, hasta convertirse en Black Sabbath, inspirado en una película de terror italiana.
Con ese nombre llegó también una revolución sonora. Apostaron por un estilo oscuro, visceral, crudo y completamente distinto a lo que dominaba la escena del momento. Su intuición resultó profética: si la gente pagaba por asustarse en el cine, también podría hacerlo con la música. Así nació un sonido monumental que con el tiempo sería reconocido como la semilla del heavy metal.
La presencia de Ozzy en el escenario era parte esencial de la identidad de la banda. Su voz inconfundible, su energía y su carácter impredecible dieron forma a momentos que quedaron grabados en la cultura popular: desde morder la cabeza de un murciélago —pensando que era una botarga— hasta anécdotas que rozaban lo inverosímil.
El debut Black Sabbath (1970), grabado en solo dos días, y Paranoid —publicado el mismo año— marcaron un antes y un después en la historia de la música. Con ellos nació una nueva forma de entender el rock, oscura, pesada y magnética.
A lo largo de los años siguientes, la banda publicó álbum tras álbum, muchos de ellos considerados fundamentales. Pero junto al éxito llegaron también los excesos, las tensiones y las fracturas. El consumo de sustancias y los conflictos internos terminaron por desgastar al grupo. En 1979, Ozzy fue expulsado de la banda que él mismo había ayudado a convertir en leyenda.
Aun así, el vínculo nunca se rompió del todo. En 1997 se reunieron para Reunion, y en 2013 regresaron al estudio para grabar 13, un logro histórico tras décadas de separación. El ciclo concluyó en 2017 con el último concierto en Birmingham, el lugar donde todo había comenzado.
El renacimiento como solista
Lejos de apagarse, Ozzy resurgió con fuerza. En 1980 lanzó Blizzard of Ozz, un álbum que inauguró una segunda etapa brillante. En las décadas siguientes continuó creando música con la misma pasión de siempre: Ozzmosis, Down to Earth, Black Rain, Scream, Ordinary Man y Patient Number 9 son testimonio de una creatividad inagotable.
Incluso cuando su salud comenzó a deteriorarse —con cirugías y el diagnóstico de Parkinson— siguió adelante, impulsado por una voluntad férrea y un amor profundo por el escenario.
A inicios de los 2000, Ozzy volvió a sorprender al mundo con The Osbournes, un reality que mostraba su vida cotidiana junto a su familia. El programa se convirtió en un fenómeno cultural y abrió una nueva faceta en su trayectoria pública.
El adiós a un icono
En 2025, anunció su retiro definitivo con un concierto titulado Back To The Beginning, celebrado en su Birmingham natal. El evento se transformó en un homenaje multitudinario: decenas de bandas y artistas —entre ellos Mastodon, Alice in Chains, Gojira, Pantera, Slayer, Tool o Metallica— subieron al escenario para honrar su legado. Lo recaudado, más de ciento noventa millones de dólares, fue destinado por completo a causas benéficas.
Pocos días después, el mundo recibió la noticia de su fallecimiento a los 76 años.
Millones de seguidores, músicos, periodistas y colegas lo despidieron con mensajes, homenajes y vigilias alrededor del planeta. Más que un cantante, Ozzy Osbourne se convirtió en un símbolo: un sobreviviente, un creador incansable y una figura única que transformó para siempre el panorama del rock.
Hoy, su voz y su espíritu permanecen vivos en cada riff, en cada escenario y en cada corazón que alguna vez encontró refugio en su música. Su historia —hecha de sombras, luz y una determinación feroz— seguirá resonando como un legado eterno.



